martes, 1 de marzo de 2011
Sobre las Lecturas de Hoy... 01 de Marzo de 2011
Eclesiástico 35,1-15: El que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de acción de gracias
Salmo 49: Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Mc 10, 28-31: Recibirán en este tiempo cien veces más
El texto de Marcos nos plantea que la pobreza por el Evangelio no puede quedarse en una simple renuncia a los bienes materiales, ni mucho menos en un paternalismo expresado en darle a los bienes un fin social. El mensaje de Jesús pide más: organizar toda la vida en función de los valores del Reino. De esta manera los discípulos se convierten en punto de referencia frente al rico y frente a todos aquellos que han puesto sus bienes por encima del Reino de Dios.
Así pues, los verdaderos seguidores de Jesús son aquellos que asumen de una manera incondicional el camino del Reino. En nombre de ellos Pedro toma la palabra y dice: "Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Es decir, los discípulos han asumido una actitud y una forma de ser en coherencia con la propuesta de Jesús, han renunciado a las riquezas de este mundo para estar en total disponibilidad para asumir los valores del Reino planteado por Jesús.
Jesús le responde a Pedro: "Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno". En la respuesta podemos ver cómo Marcos une de manera magistral dos temas: la riqueza, representada en las figuras del principio y del final: "la casa y la hacienda"; y la familia, representada en las figuras del centro: "hermanos, hermanas, madre, padre, hijos". La casa recoge de una manera global la idea de todos los bienes, tanto familiares como materiales. Por tanto, los discípulos de Jesús lo han dejado todo rompiendo con aquellas cosas que generan apegos en la vida: la familia tradicional que encadena con sentimientos que no dejan vivir la libertad; y las riquezas que generan egoísmo, injusticias y desigualdad.
Jesús exige romper con estas estructuras que generan apegos para vivir los principios de una nueva vida que lleva a sus seguidores a que descubran que donde se deja uno (posesiones), se recibe ciento y se construye una nueva familia, amplia y extensa que no está unida por los vínculos de la sangre y de la carne, sino por la comunión con el proyecto del Reino, donde se deben compartir los bienes de la tierra en solidaridad y comunión fraterna. De esta forma, la ruptura (dejar el modo viejo de vivir: el egoísmo y la acumulación) se vuelve para Jesús en un principio nuevo de vida porque, paradójicamente, la donación total se convierte en espacio de abundancia de bienes y familia.
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